Costa de Marfil, a punto de albergar la Copa Africana de Naciones 2023, espera que el torneo contribuya a su notable recuperación desde el fin de la guerra civil en 2011. El gobierno reconoce haber invertido al menos mil millones de dólares en los preparativos, incluida la construcción de cuatro estadios nuevos y la renovación de dos ya existentes.
Los esfuerzos exhaustivos también abarcan la actualización de aeropuertos, carreteras, hospitales y hoteles en cinco ciudades anfitrionas, a saber, Abiyán, Bouaké, Korhogo, San Pedro y la capital Yamusukro. Esta inversión sustancial, impulsada en parte por un préstamo de 3.5 mil millones de dólares del Fondo Monetario Internacional (FMI), suscita preocupaciones sobre la sostenibilidad, dada la clasificación de Costa de Marfil como la 138ª nación más rica a nivel mundial, entre 190, según el FMI.
A pesar de los desafíos económicos, Costa de Marfil ha experimentado un crecimiento anual promedio del 8% desde que el presidente Alassane Ouattara, ex empleado del FMI, asumió el poder en 2010. Algunos expertos, como el profesor de economía marfileño Prao Yao Seraphin, enfatizan la necesidad de una consideración cuidadosa para garantizar que los préstamos beneficien al país.
Seraphin destaca la importancia de crear eventos para generar ingresos a partir de los estadios y mantener la infraestructura para evitar el riesgo de convertirlos en "elefantes blancos", término que se refiere a proyectos costosos cuyo mantenimiento financiero supera su utilidad.
La preocupación por posibles cargas financieras contrasta con la visión optimista de los políticos de Costa de Marfil, quienes rechazan la idea de que el país, nombrado por su gran población de elefantes, pueda enfrentar desafíos similares a los de los "elefantes blancos".
La exitosa gestión del legado post-torneo, incluyendo estrategias para generar ingresos continuos a partir de la infraestructura, jugará un papel crucial en determinar el impacto duradero de la inversión en el desarrollo de Costa de Marfil.
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