Esta rivalidad histórica comenzó bajo el abrasador sol de Miami y concluyó con lágrimas y abrazos en un sincero adiós en Londres. Su trayectoria competitiva los vio enfrentarse en 40 ocasiones en tierra batida europea, en la hierba de Wimbledon y en canchas duras desde Estados Unidos hasta Australia, convirtiéndose en una de las grandes sagas del deporte.
A lo largo del tiempo, la intensidad de sus partidos fomentó un vínculo profundo, que culminó en su emotivo partido de dobles en la Laver Cup de 2022, donde Federer disputó su último partido profesional.
Durante sus enfrentamientos, Nadal logró liderar el cara a cara con una ventaja de 24-16, incluyendo un memorable récord de 9-3 en finales de Grand Slam. Entre estas victorias se encuentra la de Nadal en Wimbledon en 2008, considerada ampliamente como uno de los encuentros más emocionantes y habilidosos del deporte.
Sin embargo, su rivalidad fue más que números; fue una historia de admiración mutua y hitos compartidos. Nadal reconoció abiertamente el impacto de Federer en su vida y carrera, expresando que parte de su propio camino se sentía incompleto tras la retirada de Federer.
Su amistad floreció a la par de su competencia. Federer y Nadal celebraron juntos los éxitos de cada uno, con Federer describiendo la victoria de Nadal en su 20º título de Grand Slam en el Abierto de Francia de 2020 como "el mayor logro en el deporte".
A diferencia de muchas rivalidades, la suya se convirtió en un ejemplo de profunda camaradería, como señaló Federer en su despedida, al afirmar que él y Nadal podían hablar de "cualquier cosa" y que sus conversaciones siempre lo dejaban con ganas de más. Este vínculo se evidenció incluso en su primer encuentro, donde un Nadal adolescente sorprendió al número uno del mundo, Federer, con una victoria en sets corridos, anticipando las intensas batallas que vendrían.
Su rivalidad icónica se caracterizó por partidos memorables casi todos los años desde 2004 hasta 2015, con Federer ganando eventualmente siete de sus últimos ocho enfrentamientos. El clímax de sus enfrentamientos es recordado por el drama y la habilidad exhibidos, especialmente en partidos como la final de Roma en 2006 y el inolvidable duelo de Wimbledon en 2008, que Nadal ganó en casi oscuridad tras cuatro horas y 48 minutos.
La victoria de Federer en el Abierto de Australia de 2017, tras una pausa de seis meses por una lesión, añadió un nuevo capítulo a su rivalidad, mostrando su respeto mutuo al comentar humildemente que habría aceptado un empate para compartir ese momento con Nadal.
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