Las redes sociales estallaron tras la rápida victoria de la boxeadora argelina Iman Khalif sobre su oponente italiana, Angela Carini. Este debate público se ha centrado en cuestiones de género e identidad biológica, ignorando el hecho de que Khalif es intersex, y no transgénero, lo que plantea preguntas complejas sobre la equidad en el deporte. La intensidad de la reacción en línea es un eufemismo en comparación con el tumulto en torno al combate, donde Khalif venció a Carini en solo 46 segundos. La reacción emocional de Carini, que se retiró del combate llorando de rodillas, avivó aún más la polémica, dando voz a las voces transfóbicas que denunciaron el "troleo de género" y la "dominación trans," a pesar de que Khalif no es transgénero.
Para aclarar la situación, Khalif es una mujer que desafía las definiciones científicas convencionales. Su existencia cuestiona la noción binaria de género, ya que es intersex. Externamente, nació como mujer, pero posee tanto los cromosomas X como Y, que normalmente se asocian con los hombres. Esta composición cromosómica resulta en niveles elevados de testosterona en su sangre, creando una complejidad en su clasificación en el deporte. La Federación Internacional de Boxeo le prohibió competir en los Juegos de este año, pero el Comité Olímpico Internacional (COI) no estuvo de acuerdo, permitiendo su participación en los Juegos Olímpicos de París. La verdadera víctima del odio en línea parece ser su rival húngara, Lutza Hamuri, quien ha expresado su miedo a través de una serie de publicaciones, comparando a Khalif con el diablo y alegando que su vida está en peligro.
El miedo de Hamuri, aunque expresado de manera provocativa, destaca una preocupación válida sobre las diferencias físicas significativas entre las dos atletas. En el deporte competitivo, donde las categorías a menudo se definen por atributos físicos como la altura, es razonable considerar los cromosomas y los niveles de testosterona como factores que afectan el rendimiento atlético. Este criterio debería aplicarse por igual a todos los atletas, independientemente del género asignado al nacer o la identidad de género con la que se identifiquen. El argumento de que "Khalif se identifica como mujer" es irrelevante porque su situación no trata de la identidad de género transgénero, sino de las condiciones intersex.
En lugar de perpetuar la ola anual de transfobia, la situación con Khalif y Carini podría haber llevado a una discusión más esclarecedora. Este discurso podría haber explorado las complejidades del sexo y del género, reconociendo que la naturaleza no siempre hace distinciones claras. Al superar nuestra obsesión social con el sexo y el género, podríamos imaginar un mundo donde la participación en el deporte se basa en las habilidades físicas en lugar de la identidad de género. En esta sociedad imaginada, una mujer podría competir contra un hombre si sus atributos físicos y los indicadores de rendimiento fueran similares. La pregunta entonces es si los niveles de testosterona o sus manifestaciones físicas son el factor crítico, una determinación que debe dejarse al tiempo y a los expertos.
La controversia en torno a la victoria de Iman Khalif subraya la necesidad de una comprensión más matizada del sexo y del género en el deporte. Aunque las preocupaciones de Hamuri sobre la equidad son legítimas, deberían abordarse a través de medidas objetivas de capacidad atlética en lugar de generar miedo. Al cambiar el enfoque de la identidad de género hacia el rendimiento físico, podemos fomentar un entorno deportivo más inclusivo y justo. El debate suscitado por la victoria de Khalif es una oportunidad para reevaluar cómo definimos y regulamos la competencia, asegurando que se base en criterios equitativos que respeten la diversidad de las realidades biológicas de los atletas.
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